Lucías tus pasos
lentos sobre el pedregullo molido de la curva, y entre los laberintos que tu
pelo enredaba en la ventisca, reías y te olvidabas de todo. Una sombra en el
campo cayó la tarde y electrizó el mantel de lino de la mesa. Estabas sentada
junto a las flores, y escuché tu nombre al final de un verso, eras vos, estoy
seguro, y me pedias una rima, una musicalidad entre lo que soy y lo que queda,
antes y después que hayas venido. Estabas cansada de caminar, una emoción te
ablandaba el cuerpo, volvías abstracta, sin pensamiento, y yo, que acunaba el
silencio, miraba el final del día recordando aquella vez, donde te veía tras el
fulgor que el sol despliega en su conciencia. Ahora sé que tus manos despiertan
mi cuerpo con una liviandad de aura y en un perfecto ámbar. La tibia luz de tu
manantial se va por los caminos largos que desaparecen y caen en la profundidad
de un sueño dorado. Ahora sé, que aquí construyo una puerta donde puedas encontrarme,
observando atento, tus efectos. Me has mostrado, tirado entre los pastos, verte
con estas palabras. Quiero pedirte antes de llevarte el día, me emulsiones en
tu lado sensible, me mires fijo, y al final parpadees en el punto.