Ellas vivían en un rancho de adobe. La casa estaba construida con ladrillos de barro, adornada con flores rojas entre caminitos de paseo. Un viento norte voló cortando los cardos, y adelantó el mensaje de un ciclón, que no tardó en llegar. Los eucaliptus comenzaron a soltar las hojas, las nenas jugaban en el patio y miraron el espectáculo que pasaba por el aire, a una de ellas, las ráfagas la arrastraron de rodillas hasta los corrales. Su madre las llevó adentro y las colocó debajo de la mesa, mientras las chapas volaban decapitando a las ovejas. Un gajo desprendido cayó agujereando el techo, volteando las paredes, se apagaron las velas y las manos vieron todo, el desastre en el espacio haciendo de contorno.