Nómadas
Por Alejo Carbonell
Salvo por la ausencia de un festival importante, al estilo del que se realiza en Rosario, podría decirse que la poesía de Córdoba atraviesa por un gran momento. No sólo por la cantidad y calidad de sus poetas, sino porque las distintas tradiciones en las que se escribe conviven y se retroalimentan, a veces armoniosamente, a veces con fricción, pero siempre con la sensación de que hay muchos matices, de que los patrones estéticos quedan subsumidos a la polifonía. Si podemos hablar de un canon cordobés, sería el canon más amplio del país en cuanto a estéticas se refiere.
Entonces el panorama es alentador, con muchos poetas, muchas tradiciones trabajando, muchas editoriales y un mapa geográfico que tiende a tomar a las otras ciudades de la provincia ya no con un sólo nombre propio (a la usanza de la vieja política, un caudillo por pueblo y todos los demás en la capital), sino con sus propios colores y en algunos casos, colectivos reunidos alrededor de una biblioteca o una editorial local.
Claro que estos matices también tienen diferentes modos de producción, de circulación, de discusión y de prioridades: vamos desde los poetas murales en hojas A3 fotocopiadas hasta libros lujosos, desde editoriales de recorrido efímero hasta proyectos tradicionales, desde diez a mil en las tiradas, desde relajarse y leer para los vecinos, hasta pagar cenas en Buenos Aires para ser acariciados por los popes en la Hollywood de la poesía.
En ese marco, hay un puñado de poetas que a su vez no son sólo poetas, y que no actúan como colectivo; incluso es probable que no se encuentren más coincidencias aglutinantes entre ellos que las que expresemos en esta nota.
Poetas más inquietos que el movimiento general. Poetas, artistas, que abandonan la seguridad de la meseta para experimentar con nuevas formas cada vez que la intuición o la curiosidad se los pide. Poetas que cuando uno regresa del baño nunca están donde se los dejó. Como si desde sus particulares miradas y trabajos, evitaran acomodarse en el artista como celebridad.
Cuqui
Para muchos poetas que rondan los treinta, desde hace unos años Cuqui es una bandera. La conocí cuando asistí a una performance suya en un sótano. Fui junto a unos amigos, entre los que se encontraban un escritor y un editor muy importantes para nuestra generación, sin embargo, al finalizar la actividad, ella se acercó a mi hijo, por entonces con tres años, y le preguntó si le había gustado.
Su obra se va desarrollando en diferentes sentidos, no hay un recorrido hacia un punto (el éxito, la culminación, lo que sea), sino que es pura energía y talento puesto a experimentar nuevas formas, arriesgando; deja todo lo hecho para saltar al vacío en otra disciplina, o con otro nombre (convengamos que Cuqui tampoco es el nombre que figura en su DNI). Publicó varios libros, en diferentes editoriales y con ediciones de autor, pero también hizo muestras fotográficas, bolsos (no es un dato menor, una vez colgamos los bolsos en una pared y era una bella muestra plástica), se dedica al tarot y a la psicomagia, todo con la misma capacidad creativa y el mismo compromiso ¿Qué quiero decir con esto? Que no trabajó para consolidar su imagen de poeta excéntrica a partir de otras actividades, sino que siguió y sigue por el camino que le interesa, asumiendo que a su regreso tal vez ya no tenga a nadie esperando. En ese sentido es más que sugerente el título de uno de sus libros: Actriz de reparto.
Diego Monsalvo
Publicó su primer libro a través de La Creciente, y para la presentación hizo actuar a dos personas como Tom y Jerry. Jerry era un enano que luego tomaba cerveza por el ojo del disfraz. También había hecho una maqueta que reproducía la fotografía de tapa de su libro. La dificultad que tiene Monsalvo en estos días es que quienes lo conocemos ya esperamos que nos brinde algo diferente y superador cada vez.
Es actor y músico, y un buen gestor cultural, de los pocos en la literatura que además de hacer y pensar para él, lo hace para los demás, una cosa muy poco usual en la literatura, donde por lo general se gestiona más para sí que para el resto. A Diego una vez lo invité a participar de un proyecto de postales con fotos y poesía, cada escritor debía enviar un poema. El proyecto quedó trunco, pero a los seis meses él apareció con un paquete repleto de poemas y fotografías. Este gesto de apropiación de un proyecto, de continuidad más allá o más acá de la finitud impuesta por los plazos de otro podría ser el núcleo difuso de esta nota.
Luego presentó su propia editorial, Calesita Park, con el segundo libro de poemas de su autoría, llamado Habitante de los puentes, poemas breves y esponjosos en una notable calidad de edición.
Mauro Cesari
Sin proponérmelo voy presentando a estos poetas en el orden cronológico en que se dieron a conocer. Acá, entonces, aparece Cesari. Cruza filosofía y plástica con poesía y arma artefactos gráficos y módulos visuales, piezas únicas que no aspiran conseguir una reseña. Obtuvo hace unos años el premio Estímulo a la actividad creadora en poesía de la provincia con un libro maravilloso, El entrerrianito, fuerte conceptualmente, con una utilización de los espacios en blanco de la página que tienen tanto peso como las palabras. Dice que prefiere la interferencia a la comunicación y es una máquina de discutir en cualquier circunstancia, atropella con su discurso porque no escinde su quehacer cotidiano de su lógica artística. En sus lecturas Mauro grita y golpea cosas, se apoya en la expresividad de su cuerpo y sus gestos. Es todo músculo su poesía, y experimento.
Cuqui es del 77 y vivió unos años en la Patagonia, Diego Monsalvo es del 71 y llegó desde un pequeño pueblito de la Provincia de Buenos Aires. Mauro Cesari también es del 77 y nació y vivió en Paraná hasta que decidió venir. El desplazamiento, entonces, parece ser el único lugar posible para ellos. La poesía que publican está siempre dialogando con otros géneros, a veces con la plástica, a veces con la narrativa. Mientras Cuqui participa en un colectivo que realiza actos de psicomagia y analiza árboles genealógicos y quiere desarrollar bodas rituales, Mauro Cesari dirige una colección para la editorial Alción y Diego Monsalvo genera actividades y lecturas bajo el nombre de Nave niebla. Los tres están trabajando en sus próximos libros.
Andan por el borde de los límites autoimpuestos por el ambiente literario local. Generan incomodidad, porque no miden el alcance de su propia producción, como si no tuvieran miedo a nada. “La esencia del genio es la falta de adaptación a su ambiente”, dice Pessoa. Es una categoría demasiada pesada para colgarla al cuello de estos poetas, pero algo hay en ellos que podría inaugurar una tradición boniniana.
Cuando usted lea estas palabras, ya se habrán mudado de lo que estoy escribiendo. Son nómadas que no reconocen jefes ni tribus.