Y se hacen azules los
cañaverales tras la luz que el aire purpura en un pacto donde el cielo une los
bancos de frío dispersando estelas de fuego celestes cadenas que flotan
viajando al costado de los alambrados entre los corrales que encierran la
niebla como crestas de humo sobre un palco blanco cayéndole encima a los
animales cubriéndole el cuerpo con la helada cruda afilada en puntas de vidrios
que clavan agujas al cuero sintiendo la escarcha que duele y se afirma formando
una capa en los bebederos que atados al suelo se ocultan sin miedo mientras
el sonido del eco salvaje corta la neblina produce una fuga etérea remota que
viaja y se estira inundando el curso viajante del tiempo visual