El mono Almeida es maratonista. Se entrena por la ruta todas las noches apenas sale del taller. Hace los mandados corriendo, va y viene como si hubiera largado la prueba. A veces lo ves pasar a todo lo que da, con un repuesto o un amortiguador, esquivando bicicletas saltando los bancos de la plaza. Ese mes en Capital Federal se corrían 30 km que auspiciaba Carrefour, largaban desde “El rosedal” en los bosques de Palermo. El mono llegó un día antes, fue a parar a la casa de unos amigos en Almagro, se dio una ducha, se puso los cortos y prendió el televisor. Al ver solo dos camas preguntó dónde iba a dormir esa noche, los chicos antes de irse a la facultad, (abusándose de su inocencia), le dijeron que cuando tuviera sueño, se subiera a la parte de arriba del placar, espacio donde el mono, cansado por el viaje, se acomodó a lo largo puso la toalla como almohada, y se entregó al descanso. Al otro día, bajó sin hacer ruido, comió una fruta y se fue pensando. Salir en el noticiero de canal trece, que lo vean en su pueblo, el abrazo de su madre.
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