La mujer de los animales

La mujer de los animales
Sergio

jueves, 4 de abril de 2013

sábado, 9 de marzo de 2013



martes, 26 de febrero de 2013

El hombre que solo quería volar


Pasan los autos y los verdes árboles, desenredan la mañana en el bar donde escribo. A mi lado, dos señores elogian el menú y la atención de los mozos, admirando cómo vestidos de negro, soportan semejante calor. El ruido de la calle no me deja escuchar lo que dicen, aunque uno de ellos está sordo y el otro le repite la pregunta estirándose sobre la mesa. Un joven borracho interrumpe a una pareja que desayuna, mete la mano entre las tazas y ante la respuesta, les arroja unas servilletas que planean sobre sus cabezas. Camina por la vereda, se sienta sobre una moto estacionada y simula acelerar disfrutando la velocidad, como si acabara de comprarla. Baja y se dirige a la esquina donde está el semáforo, habla solo, hace un gesto abriendo los brazos, pidiendo disculpas a nadie, intentando convencer valla a saber a quién, de sus buenas intenciones. Pero no, torea a los autos con una frazada que lleva sobre su mochila, los incita moviéndola, esperando a los automovilistas que pasan esquivándolo. Les hace Fakiu, y otra vez se disculpa con los brazos abiertos de par en par, atento pareciera, a esa voz esquizofrénica que lo perturba y lo incentiva al riesgo.

Comienzo a seguirlo escribiendo con precisión todo lo que hace; saluda con los brazos en alto como si entrara a un estadio, escuchando a la tribuna gritar su nombre, emocionado por el homenaje, ese afecto que verdaderamente necesita.

Aplaude con las palmas arriba, tira besos hacia los balcones, le pide a una señora le saque una foto, se agacha y posa con la estampa de un crack. Se incorpora ágil y detiene un auto, el tipo le dice que no sin mirarlo, él insiste y lo despide con el mismo “Fakiu”, haciéndole puntería, guiñando el ojo hacia la punta del dedo, cual si fuera un revolver. Sube a la vereda discutiendo con su imaginario, y traslada su enojo a un árbol gigante que desmorona la vereda; lo acusa señalándolo, y otra vez abriendo los brazos, se disculpa explicándole en secreto su propósito. Apoya la frente sobre el tronco como jugando a las escondidas, y dice que no puede más con la cabeza, sacudiéndola con cansancio.

Parece que el árbol le hablara, él lo mira, le dice su nombre, y le hace una pregunta queriendo amigarse, pero el árbol le contesta algo que lo ofende. Sin mediar palabra, saca un gancho directo a la corteza, toma distancia y pegándose en el pecho con la mano ensangrentada, lo desafía a pelear como hombres. Da unos pasos y se detiene, respira profundo y otra vez abre los brazos buscando el cielo, se queda parado en la vereda bajo la luz del mediodía, hipnótico, como un pájaro mojado secándose al sol.

miércoles, 20 de febrero de 2013

La mujer de los animales



Sergio es un perro manco,
le falta una pata delantera
pero igual maneja su destreza
corre, salta, juega incansable
toma cerveza de la palma
de tu mano
trae el tronquito como todos
y rompe las pelotas
ladrando muy fuerte,
como el más cargoso
de los perros jamás visto

Lorena es su dueña,
ha formado un hogar
de perros abandonados;
los que están más jodidos
son Gustavo, Lila, Marcelo,
y Charo, que tiene dislocada
la mandíbula,  ladra torcido
y se le traba la boca,
hay que ayudarla corriéndole
para un costado el maxilar

a Sergio le habla, lo reta,
pero este perro parece
entender todo lo contrario,
dice la flaca, que Sergio
se pajea y se lame el semen,
el muñón le llega perfecto,
luego de la cirugía
perdió sensibilidad
y le resulta más placentero
el acto masturbatorio,
ya que a la pata delantera
no la siente como suya,
acaba cuatro o cinco veces
y se enchastra toda la cara.